El maltratador utiliza la violencia porque puede, porque la mujer no le va a devolver el golpe. Además de que están educadas en la indefensión, en las relaciones de maltrato, previamente el agresor ya ha realizado una labor de destrucción psicológica que propicia la sumisión de la víctima. También podrá maltratar si los vecinos no llaman a la policía ni van en auxilio de la víctima. Porque la presión social contra las mujeres ha conseguido también que, en la mayoría de los casos, la víctima esté avergonzada, encerrada en su casa sin contar nada de lo que ocurre con su pareja ni a sus familiares ni a sus amigas mientras el agresor lleva una agradable vida social.
El maltratador agrede porque su mujer tendrá que buscarse un lugar seguro antes de denunciarle. Un lugar seguro que significa abandonar su casa, su pueblo o ciudad, en algunos casos a sus hijos, sobre todo si estos son menores, el trabajo si lo tiene, y las relaciones de amistad o familia si le queda alguna, pasarán a ser clandestinas. Una vez abandonada la casa, como ya no podrá ocultar por más tiempo la situación a sus íntimos, la mujer rara vez encontrará comprensión. Lo más seguro es que se enfrente a las críticas de “cómo has aguantado tanto” o incluso “la culpa es tuya por consentirle”.
El maltratador agrede porque sabe que, aunque la víctima le denuncie, la justicia no será demasiado severa en el caso de que su mujer consiga ganar el juicio. También sabe que sería raro que uno de sus amigos le retirase la palabra o dejaran de tomar café con él. Profesionalmente, seguirá siendo el mismo y en ningún momento se cuestionará su idoneidad para el puesto que desempeñe por sus cosas de pareja, aunque tenga un cargo público, o sea miembro de las fuerzas de seguridad del estado, o un periodista de cualquier importante medio de comunicación o incluso si se dedica a impartir justicia. El maltratador agrede porque sería raro que alguien de su familia se lo recriminara, toda la culpa la tendrá ella. Y a ella le costará mucho tiempo irse y comenzar una nueva vida sola, porque ya se ha encargado él de controlar su vida profesional y los recursos económicos de la pareja. En definitiva el maltratador agrede porque las estructuras le amparan y la sociedad se lo permite. Las mujeres maltratadas que consiguen romper con sus parejas y con las situaciones de violencia que éstas provocan, se enfrentan a un sistema lleno de trampas. Su éxito es el de todas las mujeres.
El maltratador agrede porque su mujer tendrá que buscarse un lugar seguro antes de denunciarle. Un lugar seguro que significa abandonar su casa, su pueblo o ciudad, en algunos casos a sus hijos, sobre todo si estos son menores, el trabajo si lo tiene, y las relaciones de amistad o familia si le queda alguna, pasarán a ser clandestinas. Una vez abandonada la casa, como ya no podrá ocultar por más tiempo la situación a sus íntimos, la mujer rara vez encontrará comprensión. Lo más seguro es que se enfrente a las críticas de “cómo has aguantado tanto” o incluso “la culpa es tuya por consentirle”.
El maltratador agrede porque sabe que, aunque la víctima le denuncie, la justicia no será demasiado severa en el caso de que su mujer consiga ganar el juicio. También sabe que sería raro que uno de sus amigos le retirase la palabra o dejaran de tomar café con él. Profesionalmente, seguirá siendo el mismo y en ningún momento se cuestionará su idoneidad para el puesto que desempeñe por sus cosas de pareja, aunque tenga un cargo público, o sea miembro de las fuerzas de seguridad del estado, o un periodista de cualquier importante medio de comunicación o incluso si se dedica a impartir justicia. El maltratador agrede porque sería raro que alguien de su familia se lo recriminara, toda la culpa la tendrá ella. Y a ella le costará mucho tiempo irse y comenzar una nueva vida sola, porque ya se ha encargado él de controlar su vida profesional y los recursos económicos de la pareja. En definitiva el maltratador agrede porque las estructuras le amparan y la sociedad se lo permite. Las mujeres maltratadas que consiguen romper con sus parejas y con las situaciones de violencia que éstas provocan, se enfrentan a un sistema lleno de trampas. Su éxito es el de todas las mujeres.
Es cierto que la justicia además de lenta, es generalmente poco severa, dependiendo de la pericia de los abogados. Todos hemos visto u oido sentencias que nos han sonrojado por injustas.
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